viernes, 6 de diciembre de 2013

Tópico del amor cortés reflejado en la poesía de Pedro Salinas

Como decíamos, uno de los temas fundamentales en la poesía de Pedro Salinas ( aunque no el único) es el amor. El siguiente poema forma parte de "La voz a ti debida", un extenso poema publicado en 1933. El título toma el nombre de un verso de la Égloga III de Garcilaso de la Vega. El tema de este poema es la idealización de la amada. El tópico del amor cortés a través del cual se ve a la amada como un suceso milagroso aparece muy bien reflejado en este poema de Salinas ( "sus pies pisaban el suelo, este que todos pisamos...") . La amada representaría un compendio de perfecciones físicas y morales. La imagen de la amada inalcanzable, producto de un sueño se observa muy bien en el último verso ( "una sombra, un sueño más").
El tópico clásico de la vida como un sueño ya había aparecido en autores como Calderón de la Barca, Unamuno...                                                                                                                              Cabe suponer que la destinataria de este  y otros poemas que conforman la trilogía amorosa La voz a ti debida, Razón de Amor y Largo lamento, es Katherine Whitmore, musa y amante del poeta a la que conoció en 1932 mientras el genial poeta dictaba un curso de verano en Madrid. La relación se prolongó hasta 1937 y fue eminentemente epistolar y telefónica pues Katherine Whitmore regresó a Estados Unidos y en 1939 se casa con Brew Whitmore, profesor de Derecho Constitucional. La última carta que escribió Pedro Salinas a Katherine Whitmore data de 1947 y el último encuentro entre ambos se produjo en la primavera de 1951. Meses más tarde, el 4 de diciembre de 1951 el poeta moría en Boston. He aquí el poema


Ha sido, ocurrió, es verdad.
Fue en un día, fue una fecha
que le marca el tiempo al tiempo.
Fue en un lugar que yo veo.
Sus pies pisaban el suelo
este que todos pisamos.
Su traje
se parecía a esos otros
que llevan otras mujeres.
Su reló
destejía calendarios,
sin olvidarse una hora:
como cuentan los demás.
Y aquello que ella me dijo
fue en un idioma del mundo,
con gramática e historia.
Tan de verdad,
que parecía mentira.
No.
Tengo que vivirlo dentro,
me lo tengo que soñar.
Quitar el color, el número,
el aliento todo fuego,
con que me quemó al decirmelo.
Convertir todo en acaso,
en azar puro, soñándolo.
Y así, cuando se desdiga
de lo que entonces me dijo,
no me morderá el dolor
de haber perdido una dicha
que yo tuve entre mis brazos,
igual que se tiene un cuerpo.
Creeré que fue soñado.
Que aquello tan de verdad,
no tuvo cuerpo, ni nombre.
Que pierdo
una sombra, un sueño más.

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